SOBRE UNA NUEVA PROPUESTA FILOSÓFICA

Mauricio Beuchot En la filosofía, es necesario generar ideas. Por supuesto que también apoyarlas con una argumentación fehaciente. Una de esas propuestas que han surgido recientemente es la hermenéutica analógica, en la que llevo trabajando varios años.

El año próximo se cumplen treinta.

La hermenéutica es una rama de la filosofía, que enseña a interpretar textos. Algunos la colocan en la filosofía del lenguaje, dentro de la semiótica, ciencia del signo, la cual tiene tres ramas: la sintaxis, la semántica y la pragmática. La sintaxis analiza la coherencia del discurso; la semántica, su correspondencia con la realidad; y la pragmática, la intención del hablante. Esta última, la pragmática, es la que coincide con la hermenéutica, ya que ésta se dedica no al significado del texto sin más, sino a la intencionalidad del autor.

Por otra parte, la analogía es un modo de significar, intermedio entre el significado unívoco y el equívoco. El significado unívoco es claro y distinto; el equívoco es oscuro y confuso; en cambio, el analógico es claroscuro, pero suficiente.

Significado unívoco lo tiene el término “hombre”, porque se aplica de manera igual todos sus significados, por más que sean varón o mujer, rico o pobre, etc., etc. Significado equívoco lo tiene el término “gato”, que se aplica de manera diferente a sus significados, como al animal doméstico, al instrumento o herramienta, al juego de niños y hasta, traslaticiamente, a alguien que es demasiado servil con otro.

Aplicado a la hermenéutica, tenemos que una hermenéutica unívoca pretende una interpretación totalmente exacta; una hermenéutica equívoca se derrumba en una interpretación completamente ambigua; y una hermenéutica analógica no tiene la pretensión de claridad de la unívoca, pero tampoco el hundimiento en la inexactitud de la equívoca, sino que alcanza una comprensión limitada, pero suficiente.

En el acontecimiento hermenéutico se reúnen el texto, el autor y el lector o intérprete. El texto puede ser escrito, hablado o actuado. De hecho, todo lo que sea susceptible de interpretación es texto. Ahora bien, todo texto tiene un autor, porque recoge la intencionalidad significativa (expresiva o comunicativa) de éste; y también tiene un lector, que lo interpreta. Pero muchas veces la intención del autor no es comprendida por el lector, que introduce su propia intención, e interpreta lo que no quiso el autor. Por eso podemos ver que una hermenéutica que privilegia al autor tiende a ser unívoca; una que privilegia al lector tiende a ser equívoca, y una que privilegia el encuentro de autor y lector, para hacer justicia a cada uno, tiende a ser analógica.

La modernidad ha sido univocista, y la posmodernidad, equivocista. Por eso hace falta una salida analogista, para salir de ese impasse en el que se encuentra la filosofía en la actualidad. Poniendo ejemplos, el positivismo ha sido univocista, el posmodernismo ha sido equivocista; y ahora se trata de encontrar una tercera vía, que será analogista.

La analogía es la proporción. Los pitagóricos la tomaron de la matemática y la incrustaron en la filosofía. Quisieron la exactitud completa, pero les falló, por los números irracionales y la inconmensurabilidad de la diagonal, en el teorema de Pitágoras. Por eso acudieron a mediar todo eso proporcionalmente. De los pitagóricos pasó a Platón, que tuvo amigos de esa corriente. Él la usó intercalando mitos en sus diálogos filosóficos. Y, además de la proporción añadió la atribución jerárquica, porque tuvo una visión jerarquizante del mundo, desde las Ideas subsistentes hasta la materia. De él la recibió Aristóteles, que acogió las dos, la de proporcionalidad, pitagórica, y la de atribución, platónica, y fue el genio que dio sistematicidad a la teoría.

En la Edad Media la recibieron, sobre todo, San Buenaventura y Santo Tomás. El primero, de un modo más alegórico, en una expresión más poética. El segundo, de un modo más literal, aunque sin perder la carga simbólica. Decían que conocemos a Dios por analogía con las creaturas. Hubo, además, un místico, el Maestro Eckhart, que hizo un uso de la analogía muy personal, pues ponía a Dios como el analogado principal y a las creaturas como analogados secundarios demasiado pobres, hasta llegar a decir que, por comparación con Dios, eran pura nada. 

El concepto de la analogía pasó por el Renacimiento, con el cardenal Cayetano, gran sistematizador de la teoría. En la modernidad fue aceptado, al menos en parte, por Kant, quien lo utilizó para interpretar los símbolos. Después fue recogido por Charles S. Peirce, en forma de signo icónico, ya que es el signo que se encuentra intermedio entre el índice y el símbolo. En México atendió a la analogía Octavio Paz, pues la veía como el núcleo de la poesía.

Y es que la analogía tiene como dos caras la metáfora y la metonimia. En efecto, las dos clases principales de la analogía son la analogía de proporcionalidad y la analogía de atribución. La analogía de proporcionalidad es horizontal, pues aglutina y coordina los análogos. Y puede ser de proporcionalidad propia; por ejemplo en “La raíz es al árbol lo que el cimiento a la casa”. O puede ser de proporcionalidad impropia o metafórica; por ejemplo en “Las flores son al prado lo que la risa al hombre”, y con ello entendemos la metáfora “El prado ríe”, porque está florecido. La analogía de atribución es vertical, jerárquica, porque parte de un predicado o atributo, que se atribuye a unos analogados de manera más propia y a otros de manera menos propia. Por ejemplo, “sano” se atribuye de manera principal al organismo, porque es el que tiene la salud; y de manera secundaria a la comida, porque mantiene la salud, la medicina, porque la restituye, la orina, porque la significa, etc. Y tanto la analogía de atribución como la de proporcionalidad propia son metonímicas, mientras que la de proporcionalidad impropia es metafórica. De ese modo la analogía abarca la metáfora y la metonimia. Por eso, en una hermenéutica analógica, hay la posibilidad de interpretar textos científicos, a través de su aspecto de metonimia, y textos literarios o poéticos, a través de su aspecto de metáfora. Tal es la riqueza de una hermenéutica analógica.

La hermenéutica analógica se ha aplicado a diversas disciplinas de las Humanidades. Sobre todo a la filosofía, en la que ha servido para evadir el absolutismo del positivismo lógico de la filosofía analítica y el relativismo excesivo de la filosofía posmoderna. En la actualidad es sobre todo el relativismo extremo el que está siendo el gran problema, pero ya la filosofía posmoderna está de salida, y están llegando nuevas corrientes filosóficas, más inclinadas al realismo.

La hermenéutica analógica fue propuesta en el Congreso de la Asociación Filosófica de México, llevado a cabo en Cuernavaca, en 1993. Desde entonces se ha extendido a muchas partes, tanto de Europa como de América Latina. El libro principal es el Tratado de hermenéutica analógica, de 1997, con una 6a. edición de 2019 en la UNAM, así como el libro Perfiles esenciales de la hermenéutica, de 1999, con una 7a. edición en 2013. En la Editorial Lambda se ha publicado el libro Hermenéutica analógica e icónica. Indicios en la historia para la actualidad, en 2022.

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